El transepto norte de la Catedral de Monreale preserva el testimonio más extenso de pavimento de mosaico normando. Los motivos geométricos decorativos, la estilización de los animales, como las liebres y peces, y el uso de teselas de oro en el suelo aún hoy ofrecen al visitante la planta que se concibió originalmente, que se presenta como un microcosmos de oro, piedra y luces.
En este espacio se conservan las tumbas reales de Margarita de Navarra, madre del rey “Bueno”, Guillermo II, y de Enrique y Roger, muertos prematuramente. Además, en 1270 se llevaron a Monreale, por voluntad de su hermano, el rey Carlos de Anjou, los restos y el corazón de San Luis IX, rey de Francia, muerto en la cruzada de Túnez.
Espléndido ejemplo del barroco siciliano, la Capilla del Crucifijo se realizó entre 1686 y 1692 por voluntad del Arzobispo Juan Roano. Es una verdadera obra maestra por la viva policromía de los mármoles breccia, y la excepcional decoración de taracea en las paredes y pavimento. Todas las imágenes y figuras alegóricas, con las profecías vetrotestamentarias, anuncian el sacrificio redentor de Cristo en la Cruz. En el suelo, la taracea de mármol representa la escena del profeta Jonás: tras ser arrojado al mar para aplacar la tempestad, un pez se traga al profeta, que vive en su vientre durante tres días y tres noches, lo que es un claro símbolo cristológico de la resurrección de Cristo.
Encima del altar, el Crucifijo de madera medieval está colgado en el tronco y las ramas de un árbol que nace junto al rey Jesé, que figura tendido sobre las raíces. A través del árbol genealógico está representada la descendencia real y Davídica de Jesús, que culmina con la Virgen María. El arzobispo Roano enriqueció la sacristía de la capilla con un armario y un reclinatorio de nogal tallado, valioso ejemplo de ebanistería trapanesa, y un lavabo de mármoles breccia. En la sacristía se conservan paramentos preciosos de seda, plata y oro, enseres sagrados en filigrana de plata, gemas, coral, relicarios, y estatuillas de alabastro.
