Una escalera tallada en la torre sur, donde en varios niveles se exponen vestiduras y platas del rico tesoro de la Catedral, conduce a la pasarela que, en la parte superior, peripla casi en su totalidad, la iglesia.
A través de un pasaje exterior, que discurre por el pasillo sur, se tiene una visión espectacular del complejo monástico cuyo centro de vida comunitaria, aparte de la iglesia, era el claustro, una plaza de más de cuarenta metros a un lado derivada del peristyle de la “domus” romana, simbólica del Edén, María, la Iglesia y el Paraíso a la que el cristiano debe tender. Está compartimentado en cuatro sectores correspondientes cada uno a un jardín bíblico: el Edén primordial de Adán y Eva; el del Canto de los Cantos, presagio de la Iglesia; pasión por Cristo y el escatológico. Todo basado en el simbolismo del número doce, tiene en la esquina este un pequeño claustro, esbozado por tres arcos en el lado, donde es una gran cónca, con funciones de fuente y fregadero.
En la parte de la pasarela que discurre internamente hasta el espesor de las paredes, se abren varios monoforos en el interior del edificio permitiendo una vista espectacular desde arriba del espacio del Santuario y mosaicos.
En la parte superior tienes una vista panorámica de la cónca que alberga Palermo, una vez llamada "Conca d’oro" y comprendes la orientación de la Iglesia que quiere coger el amanecer y otros momentos de su viaje, en relación con la liturgia.

También se entiende por qué los absoides están adornados con tal grandeza y riqueza como elementos inmediatamente visibles para aquellos que caminaron por el camino, desde Palermo, para llegar a la abadía.
En el pasillo norte un pasaje externo permite el disfrute desde la parte superior de la gran plaza que una vez fue el claro frente al Palacio Real, ahora incorporado en el Ayuntamiento y en las fábricas traseras. El descenso es desde la torre del norte, que conserva los archivos.